Robo Mundial
En otra línea temporal Argentina no clasifica al Mundial. Pero la Copa es nuestra igual, de un modo poco regular.
En la previa de una Copa del Mundo todos los medios intentan sacar tajada del interés que despierta la principal competencia deportiva en cuanto a audiencia global y negocios que genera. En 2022 una de las tantas producciones audiovisuales que se estrenaron fue Robo Mundial, que salía un poco de la obviedad y presentaba una historia de ficción.
Personalmente, no puedo consumir nada externo al Mundial que no sea el Mundial mismo (y con el de Qatar, me sucedió de manera más intensa) con lo cual sabía que existía la serie y quería verla pero la dejé postergada. Luego de un año de la Copa del Mundo, y con el feriado de carnaval de por medio que brindó tiempo libre extra, me dispuse una tarde entera para meterme en la serie.
Entiendo la estrategia de marketing de estrenarla en los días anteriores de que se juegue el Campeonato del Mundo pero creo que esta serie en particular, siendo de producción argentina como es, no estaba acorde en ánimo y tono con lo que estaba viviendo el público de este país en la previa de Qatar. Mucho más acertado habría sido con lo que se sentía en el camino a Rusia 2018, y probablemente la idea haya surgido con ese Mundial pero se logró ejecutar para el 22.
¿Por qué digo esto? El planteo inicial se basa en que la Selección logra el boleto de las Eliminatorias con lo justo en la última fecha, luego de sufrir una dura derrota en la jornada anterior ante Brasil durante la que se produjeron incidentes violentos dentro y fuera de la cancha. La clasificación agónica recuerda mucho más al 2018 que al 2022. No obstante, se trata de una línea temporal alternativa (o de un universo paralelo, si prefieren) que no tiene relación directa con un hecho verídico, aunque esté basada en nuestra realidad y sea una historia de ficción bastante plausible.
En este universo, la FIFA castiga duramente a la Argentina por los sucesos de violencia con una quita de puntos inmediata que la deja afuera de la Copa del Mundo. Para empeorar la sanción, la beneficiada es Chile que había quedado afuera de la clasificación. Esta decisión, encarnada en un villano dirigente del fútbol global con aspiraciones de presidir la Federación Internacional, tiene sucesivas e incontables implicancias en la sociedad argentina que desatan una serie de acontecimientos interesantes.
La serie se centra en un grupo de personajes, la mayoría de ellos trabajadores de una empresa de electrónica que había realizado una típica promoción mundialista de apariencia agresiva pero con poco riesgo real: “compranos un televisor y si la Selección no clasifica al Mundial, es gratis”. La sanción que deja afuera a Argentina del Mundial, entonces, también empuja al borde de la quiebra a a la empresa.
A esto se añade una trama del plano emocional con el protagonista (interpretado por Joaquín Furriel) que empeña una joya de su esposa fallecida para comprar un paquete de viaje y entradas al Mundial para ir con su hijo. Sin nuestro país en la competencia, la agencia de turismo corre suerte similar que la electrónica y desparece dejando a sus clientes con las manos vacías.
La desazón es total a nivel social e individual. Una conversación de bar entre Lucho Buenaventura (Furriel) y Wally (compañero en la empresa de tecnología, ideólogo de la promoción fallida, realizado por Benjamín Amadeo) con el dueño del lugar y un periodista conocido en relación a la sanción de FIFA, la viveza criolla y las posibilidades de hacer “algo” deja al protagonista pensativo. Fortuitamente en esos días la clásica gira del trofeo de la Copa del Mundo visitará Buenos Aires y le dispara una idea alocada pero que suena factible: robarla y extorsionar a la Federación para que revoque la sanción.
Esto es sólo el comienzo, que puede intuirse del título de la serie, y que ocurre todo en el primer capítulo (de 6 que son en total, de más o menos media hora de duración). Desde esa idea derivará una trama que homenajea al cine de acción nacional y de Hollywood, con intencionales paralelismos hacia historias de robos conocidas, con muchos momentos de comedia, algo de drama y romance, y hasta una dosis de terror post apocalíptico de zombies. En efecto, el robo de la Copa es sólo el principio.
En el curso de la narración irán ganando espacio más personajes muy bien presentados en el capítulo introductorio que van dando sentido al armado posterior, por momentos muy previsible pero no por eso menos efectivo, que le dan vida en una vibra entre la parodia y la autoconciencia de lo perdedores y mediocres que resultan en verdad. Sin revelar demasiado, quiero destacar entre ellos (y eximirlo de la mediocridad) al papel de Hugo “Kato” Quiril que nos regala una confrontación con Héctor Echavarría para emoción de los millennials y completar el homenaje a las películas y la televisión de acción argentinas de la década del 1980 y 1990.
Una nota más a título personal tiene que ver con que en algún momento tuve una idea de escribir una historia de ficción sobre un robo de la Copa del Mundo (cuando publiqué esta nota, precisamente) y situarse ante algo que uno deseaba hacer a veces genera broncas y envidia. Pero en este caso la verdad que me sentí a gusto de lo ver lo que hicieron con la idea (que seamos sinceros, no es de lo más original).
No es mi intención contar todo lo que sucede en Robo Mundial en este espacio, por lo que evitaré brindar mayores detalles. Sólo puntualizar en lo divertida y atrapante que resulta sin ser una mega producción, logrando una serie que tiene una estética algo norteamericana por momentos pero está atravesada profundamente por una argentinidad futbolera. Es un equilibrio algo extraño que en lo particular me ha funcionado muy bien, sumándole al entretenimiento una cuota de emoción por las apelaciones a la cultura nacional con el fútbol en el centro pero no limitadas solamente a meter la pelota en el arco. En un Mundial, lo sabemos, se pone en juego mucho más.
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