Una breve historia de la elección de las sedes de los Mundiales (1930-2034)
Recuperamos y ampliamos el repaso de cómo fueron elegidos los anfitriones de las Copas del Mundo de la FIFA
En el comienzo de los tiempos mundialistas, el país anfitrión era elegido por el Congreso de la FIFA. Por supuesto, en 1930 las asociaciones miembro eran muchas menos y la emisión de un voto por cada una era menos compleja y no hacía pensar en la necesidad de cuerpos colegiados. Por ejemplo, en el Congreso que consagró a Uruguay como primera sede participaron 23 asambleístas. Sin embargo, en esa oportunidad no hubo votación porque las otras propuestas (de Italia, Hungría, España, Suecia y Holanda) fueron retiradas.
La primera votación para un anfitrión fue en la elección de la tercera, ya que se optó por Europa para 1934 y se impuso Italia ante la renuncia de Suecia. Luego de sucesivas reuniones políticas de los miembros de FIFA en Estocolmo, que fue sede del Congreso del año 1932, se decidió no votar y elegir a la que sería la primera bicampeona del mundo.
Para alojar el Mundial de 1938, entonces, Francia sí nos ganó y nos dejó segundos. La decisión por una segunda sede europea de manera consecutiva generó la ira de Argentina y Uruguay que decidieron no participar de ese Mundial. Otra curiosidad es que ese Congreso se realizó en la Berlín de la Alemania nazi pero su postulación quedó en el último lugar con un solo voto. Precisamente, uno de los argumentos en la votación en favor de Francia era la realización de un gran evento en el “mundo libre” en oposición a los Juegos Olímpicos de Berlín que estaban ocurriendo en el contexto del Congreso. Por otra parte, otra historia cuenta que el del 38 sería el último Mundial del francés e histórico presidente de la FIFA Jules Rimet, y no podía privarse de ese gusto.
El estallido de la Segunda Guerra Mundial forzó la suspensión de las citas futbolísticas globales de 1942 y 1946, así como las asambleas generales de la FIFA. Para el primero de estos campeonatos llegaron sin embargo a postularse Argentina, Brasil y Alemania, pero fue cancelado antes de que se elija alguna. Cuando la paz regresó a Europa, volvieron también los Mundiales y los Congresos de FIFA. En el que se celebró en julio del 46 en la ciudad de Luxemburgo, se eligieron a Brasil y a Suiza como anfitriones del 50 y 54, respectivamente, sin votación. Para ninguna de las dos hubo oposición, ya que FIFA optó por dos naciones que se hubieran mantenido al margen de la Guerra y contaran con los recursos necesarios para organizar el campeonato.
Justamente en Río de Janeiro, durante el primer mundial brasilero, se otorgó el honor a Suecia para recibir esta competencia en 1958. No hubo votación tampoco luego de un exitoso lobby sueco, quedando descartadas Argentina, Chile y Alemania Occidental que habían expresado su interés aunque sin llegar a presentarse a la elección.
Para decidir al anfitrión de 1962 regresaron las votaciones. Argentina y Chile habían demostrado interés para el anterior Mundial y llegaron como candidatas al Congreso del 56, junto con Alemania Occidental. Luego de dos sedes europeas, Sudamérica amenazó con un boicot total si no se jugaba en este continente con lo cual la propuesta alemana no correría. FIFA instó a la Federación de Chile a que presentara una candidatura para que la de Argentina no fuera la única, casi simbólicamente. Pero el trabajo de lobby y el discurso electoral de los vecinos para el Congreso de Lisboa que definió la sede hizo que en este mano a mano de clásico trasandino se impusieran los chilenos.
“Porque no tenemos nada, queremos hacerlo todo”, fue la frase histórica que deslizó en un pasaje de su argumentación Carlos Dittborn, presidente en ese entonces de la Federación de Football de Chile. Esta se opuso a la argentina de Raúl Colombo, presidente de la AFA en ese momento, que había expresado “podemos empezar la Copa del Mundo mañana, lo tenemos todo”. En el maravilloso libro 78. Historia oral del Mundial de Matías Bauso se repasa este fracaso argentino con un textual del muy citado periodista Dante Panzeri quien decía que “los chilenos se movilizaron mucho mejor” y que “Argentina no fue derrotada por un postulante con mayores ofrendas sino por su propia antipatía cosechada en el mundo internacional”. Claro que no se limitó a una confrontación discursiva sino que la postulación chilena tuvo cuatro argumentos contundentes: su participación en conferencias y torneos organizados por la FIFA, el clima deportivo, la tolerancia de razas y credos, y la estabilidad política e institucional del país, además de apelar al estatuto de la federación internacional que postulaba la promoción del deporte en países considerados "subdesarrollados". El resultado de la votación fue 32 a 10, con 14 abstenciones.
Para 1966 se regresó a Europa y una nueva votación hizo que el Mundial viajara a donde empezó este juego, triunfando la candidatura inglesa por encima de la alemana por 34 a 27 votos luego de que la española se retirara antes para apoyar a los que resultarían ganadores.
Dos años antes de que se jugara esa Copa, el Congreso se reunió en Tokio y por votación se decidió que el Mundial de 1970 fuera por primera vez a América del Norte, escogiendo a México y generando una nueva frustración para Argentina que se presentaba como la otra candidata. Perú, Colombia y Japón también se habían postulado pero sus candidaturas no llegaron a participar de la votación.
Pero esa sería por fin la última de una serie de frustraciones argentinas que se extendió por cuatro décadas. En 1966, citados en Londres previo al Mundial inglés, los congresales de la FIFA definieron tres sedes en un solo movimiento. Alemania Occidental y España se postulaban por entonces y acordaron una Copa para cada una: 1974 y 1982 respectivamente. En el camino quedaron, además, las intenciones de Italia y Holanda.
En tanto, para la del 78 estaban candidateadas México, Argentina, Colombia e Irán. México se retiró por haber recibido dos años antes el honor para el 70, allanando el camino para el Mundial argentino, que se le otorgó luego de retirarse las otras postulaciones. Quiso el azar, el destino y la historia que esa Copa se jugara durante la peor dictadura que tuvo nuestro país a pesar de haberse postulado mientras era presidente Illia, otorgada la sede cuando ya había comenzado el gobierno de facto de Onganía y que la organización comenzara durante la última presidencia de Perón.
Ese Congreso del 66, además, fue el último que eligió sedes mundialistas hasta el 2018. Desde el Mundial 86 hasta las denunciadas (y juzgadas) decisiones en favor de Rusia y Qatar la decisión se cerró al Comité Ejecutivo. El Ex-Co estaba conformado por el presidente y el secretario general, ocho vicepresidentes y quince miembros que se repartían entre las seis confederaciones.
La primera de las decisiones de este comité fue en 1974 para el Mundial de 1986 cuando se optó por Colombia que ocho años antes había retirado su propuesta. Sin embargo, esta fue la primera sede en renunciar a la organización (dato: Argentina estuvo cerca de hacerlo así como de ser descartada por FIFA en varias ocasiones) y el ExCo tuvo que elegir otra.
Entonces el Comité planteó exigencias y luego de recibir propuestas de Canadá, Estados Unidos y México (otra curiosidad, 40 años después las tres juntas organizarán un Mundial) la FIFA fue a lo seguro y se quedó con el país que hacía poco ya había sido una buena sede. No estuvo exenta de críticas de parte de las dos naciones norteamericanas rechazadas, que apuntaron a influencias de la cadena Televisa sobre el Comité Ejecutivo para elegir México a pesar de tener una presentación menos preparada que las suyas, según argumentaban. Hasta Pelé y Beckenbauer se habían involucrado en la postulación estadounidense, como figuras de su liga de entonces: la NASL.
Para 1990 hubo votación nuevamente después de 20 años, aunque fuera en el claustro del Comité Ejecutivo. Este Mundial debía regresar a Europa y hubo muchos interesados (Austria, Yugoslavia, Inglaterra, Grecia, Francia, Irán, Alemania Occidental) pero sólo dos llegaron a la elección: Italia y la Unión Soviética. Hubiera sido tan interesante como problemático organizar y jugar una Copa en la URSS apenas antes de su disolución, pero el voto fue 11 a 5 para regresar a Italia.
Desde acá la historia va ganando interés con otros ribetes. El Mundial del 94 sería la despedida de Joao Havelange como presidente de FIFA y debió ser un campeonato que reflejara simbólicamente los cambios que imprimieron su gestión a la entidad madre del fútbol: marketing, negocios, nuevos públicos. (También se dice que debía ser un Mundial ganado por Brasil, pero eso es para otra historia). La sede elegida fue Estados Unidos, dejando atrás en la votación a Marruecos y Brasil, con la intención de abrirse a ese mercado gigante en el que nuestro fútbol no terminaba de cuajar. Mirando hacia atrás, vaya que funcionó.
2002 sería el año de otra apertura a nuevos horizontes para el fútbol de FIFA. Y Havelange tenía una idea más por concretar en la que fue la última sede que se eligió bajo su mandato, durante el año 1996. El Comité Ejecutivo eligió “por aclamación” (a viva voz, sin emitir votos) la propuesta de Japón y Corea llevando el Mundial por primera vez a Asia, uno de los objetivos que le faltaban cumplir al brasilero. Inicialmente, se habían candidateado por separado las dos naciones de oriente, junto con México que quedaría en el camino. Luego de batallas públicas y de lobby político y comercial, las confederaciones europeas y asiáticas antes de someterlo a votación propusieron que se realizara en ambos países a la vez, sentando un precedente de decisiones salomónicas para los mundiales de la FIFA. También por primera vez se concedió la sede a dos asociaciones de manera conjunta, un primer antecedente de co-organización que resultó una experiencia negativa y condujo a que FIFA prohibiera las postulaciones de múltiples países durante dos décadas.
Antes y después del primer Mundial asiático, las sedes fueron europeas. Para 1998 fue elegida Francia retornando 60 años después de aquella tercera Copa de la historia. La decisión fue sometida a votación, y por segunda vez consecutiva quedaba relegada la candidatura de Marruecos. Para el 2006, en tanto, la propuesta ganadora fue la de Alemania y es aquí donde comienza a destaparse de a poco la olla que haría eclosión en 2015 durante el FIFAgate, con la que sería la primera elección muy reñida.
La reunión del ExCo para decidir a este anfitrión sucedió en el 2000 con cuatro candidatas: Alemania, Sudáfrica, Inglaterra y Marruecos. El sistema utilizado fue el llamado elección exhaustiva que consiste en votar por rondas, eliminando a la menos votada de una ronda para la siguiente. En la primera vuelta, la postulación marroquí fue la que menos votos recibió, mientras que en la segunda quedó última la inglesa. La tercera ronda dejó mano a mano a Sudáfrica, favorita de muchos y del propio presidente Blatter, contra Alemania. En la segunda votación habían obtenido 11 votos cada una (y 2 votos Inglaterra) planteando el escenario para un posible empate. Los votos finalmente fueron 12 para los alemanes y 11 para los sudafricanos, con una abstención de último minuto del neocelandés Charlie Dempsey que tenía instrucciones de su confederación de votar por la candidatura africana, lo cual habría dejado el empate a definir por el presidente Blatter. Dempsey aludió a presiones e intentos de sobornos que fueron demasiado para él, motivándolo a no votar. La sombra sobre esta elección quedó por años, hasta que el caso se hizo público en 2015 con la investigación estadounidense que reveló detalles de acuerdos económicos, lobby y fuertes influencias no muy regulares para sumar votos en favor de la propuesta de Alemania.
Después de esa cuestión que sembró muchas dudas justificadas sobre la FIFA, se decidió la política de rotación continental que otorgaría un Mundial a cada confederación comenzando con África. Sudáfrica reiteró su candidatura esta vez de manera victoriosa, al igual que Marruecos una vez más quedaría en segundo lugar. Egipto resultó tercera en la elección sin recibir ningún voto, mientras que Nigeria y Libia junto a Túnez se retiraron antes (esta última, luego de la prohibición de las candidaturas conjuntas). Tal como sucedió con la elección anterior, las investigaciones que dispararon el FIFAgate develaron que el comité de la propuesta sudafricana se ocupó de asegurarse la votación con importantes sobornos (así lo afirmó Jack Warner, uno de los arrepentidos que aportaron a la causa) que superaron a los que también ofrecieron los organizadores que trabajaron con la propuesta de Marruecos. Llegó incluso a afirmarse que esta última había ganado legítimamente la votación pero los votos fueron deliberadamente mal contados.
La nueva política de rotación continental indicó que en 2014 el turno sería para Sudamérica. La CONMEBOL decidió apoyar la candidatura de Brasil, haciendo inútil cualquier otro intento de postulación. Hubo intereses declarados que no llegaron a ningún puerto: Colombia, Venezuela y Argentina junto a Chile. Por lo tanto, en 2006 se decidió oficialmente otorgar la sede a Brasil.
Viendo la falta de competencia, Blatter impulsó una modificación a la rotación. Ya no sería asignada a una confederación sino que de aquí en adelante las candidaturas no podrían ser de un país cuyo continente hubiera organizado alguna de las dos anteriores. Con el correr de los meses, FIFA delineó algunas modificaciones más a la elección de las sedes. Volvió a permitir las postulaciones conjuntas, siempre que fueran realizadas por un único comité organizador (ya que en el 2002 cada país tenía un comité, que hasta rivalizaban), y con el argumento de brindar mayor tiempo de preparación por posibles complicaciones (de todo tipo pero con especial foco en la recesión global que se vivía en aquel 2008) se decidió que se otorgarían dos sedes a la vez en diciembre de 2010: para el 2018 y para el 2022. Si bien el motivo era válido y plausible, la doble elección resultó en un combo de corrupción que sería letal para casi toda la conducción del fútbol mundial de ese momento. Hubo un aviso previo a dos meses de la decisión del Comité Ejecutivo cuando fueron suspendidos dos de los miembros de esa mesa chica (Amos Adamu de Nigeria y Reynald Temarii de Oceanía) por una denuncia de que habrían ofrecido sus votos a la venta. Blatter decidió que se debía seguir como estaba planeado, sin imaginar lo que esto terminaría generando.
Antes de todo eso, con estas nuevas regulaciones se abrió un proceso de selección de sedes para los dos Mundiales a la vez. Sudamérica no podía presentarse a ninguna de las dos, mientras que para el 2018 a priori no podía haber candidaturas de África. Se postularon 11 que llegaron desde Europa, América del Norte y Asia: Bélgica con Holanda, España con Portugal, Inglaterra y Rusia; Estados Unidos y México (por separado); Australia, Japón, Corea del Sur, Qatar e Indonesia. México se retiró antes de la votación e Indonesia fue rechazada por falta de apoyo de su gobierno. Las postulaciones europeas aplicaron indistintamente para 2018 o 2022, mientras que la estadounidense y las de la Confederación Asiática solo buscaban la sede del 22. Por lo tanto, aplicando la renovada regla de rotación, al quedar solo candidaturas de Europa para el 2018 estas no podrían valer para la otra.
En dos rondas de votación Rusia se impuso sobre las demás postulaciones de la UEFA por mayoría absoluta del Comité. En cambio, para el 2022 la elección fue más ajustada y se definió en cuatro vueltas quedando Qatar mano a mano con Estados Unidos, triunfando el emirato árabe. Casi de inmediato comenzaron las sospechas y las denuncias, basadas en hechos reales y también en una bronca norteamericana por quedarse sin el Mundial que creían merecer. FIFA realizó una investigación interna que luego se negó a publicar completa, dando pie a otra investigación más profunda y dolorosa desde la Justicia de los Estados Unidos que se revelaría en el tan mentado FIFAgate. Las denuncias y las sospechas fueron confirmadas, al punto que 12 de los 24 miembros del Comité Ejecutivo que participaron de esa elección tarde o temprano serían condenados por delitos relacionados.
Estas consecuencias intentaron ser impedidas de manera insuficiente, con una reacción ante las repercusiones negativas que inmediatamente tuvieron las elecciones de Rusia y Qatar. Se determinó en el Congreso de 2011 que desde el Mundial 2026 el país anfitrión volvería a ser electo por ese cuerpo plenario después de 10 sedes elegidas por el Comité Ejecutivo, junto con más reformas que no alcanzaron a limpiar la imagen de FIFA en ese momento y debieron ser profundizadas desde 2016. En efecto, Blatter no llegó a ser parte del proceso de selección para el 2026, renunciando luego de ser reelecto en 2015. Tras su dimisión, se pospuso la presentación de candidaturas que debía comenzar ese mismo año hasta que FIFA se reacomodó después del sacudón policial y judicial.
Un nuevo cuerpo llamado Consejo de FIFA reemplazó al Comité Ejecutivo. El Consejo está compuesto por una mayor cantidad de miembros para mayor representación de Asia, Oceanía y África, totalizando 37 que se reparten entre las confederaciones sumándose al Presidente y el Secretario General. Este último reporta su trabajo al Consejo junto a un CCO (Director de Cumplimiento), y juntos monitorean el funcionamiento de los diferentes cuerpos de la reformada FIFA y ejecutan las decisiones que se toman en la mesa chica ampliada.
En 2016 comenzó la recepción de candidaturas (que manteniendo la política de rotación, no podrían ser de Asia ni de Europa) y sólo llegó la postulación de Estados Unidos junto a Canadá y México. Para estimular la competencia una vez más, el Consejo extendió invitaciones a las confederaciones habilitadas y recibió la candidatura de un viejo conocido: Marruecos. El nuevo cuerpo institucional de la FIFA también dispuso requerimientos precisados de antemano que no se limitaban a los estadios y las bases para cada selección participante (desde esta Copa, serán 48 los clasificados) sino que se ampliaban a aspectos de derechos humanos y cuidado ambiental, entre mucho más (seguridad, finanzas, hotelería, etc.).
En la evaluación previa la candidatura norteamericana fue mejor valorada por el grupo de trabajo de la FIFA creado especialmente para esta tarea. La elección igualmente fue sometida a la votación del Congreso de FIFA en 2018 con 203 asociaciones habilitadas para votar; no podían participar las cuatro candidatas, así como tres territorios pertenecientes a los Estados Unidos que son miembro de la federación internacional, y Ghana que estaba temporalmente suspendida. El resultado fue 134 a 65 a favor de los norteamericanos, con una novedad más: el voto de cada asociación fue público. De esta manera, Marruecos se convirtió en el país que más veces se postuló para ser sede del Mundial sin ser electa, con cinco intentos fallidos.
Para el 2030 finalmente tendría su revancha la nación africana y rompería la mala racha, aunque fue con otra polémica decisión de la FIFA. Luego de 18 años de declaraciones de interés desde Uruguay (que fue sumando a sus vecinos de Argentina, Paraguay y Chile) para recibir el Mundial celebrando el centenario de la competencia, el Consejo de la FIFA encabezado por Gianni Infantino en acuerdo con las asociaciones sudamericanas implicadas (menos Chile) y con las otras candidatas (España, Portugal y Arabia Saudita) tomó una decisión salomónica e inédita.
En reconocimiento de los cien años de la primera Copa del Mundo se le otorgó a Uruguay, Argentina y Paraguay la organización de un partido de celebración a cada una, a disputarse diez días antes de la inauguración del Mundial propiamente dicha. Según el comunicado de FIFA: Uruguay por ser la anfitriona y campeona original, Argentina por haber sido la otra finalista y Paraguay por ser la sede de CONMEBOL, primera y única confederación existente en el momento de la edición de 1930. En tanto, los 101 partidos restantes del campeonato fueron otorgados a la candidatura conjunta de Marruecos, Portugal y España que hubieran ganado la votación del Congreso de todos modos sumando los votos europeos y africanos.
En tanto, la postulación de Arabia Saudita no habría sido posible en 2030 por la política de rotación. Valiéndose de esa herramienta con la decisión tomada para el Mundial Centenario, al 2034 sólo podrían candidatearse naciones de Asia y Oceanía. Para que no haya posibilidades de competencia, FIFA decidió acortar los plazos para la declaración de interés y la única que se presentó fue la asociación de la monarquía saudí luego de que Australia declinara competir entendiendo la desventaja de origen.
De este modo, en una jugada maestra se determinaron las sedes para otros dos Mundiales, que igualmente deberán pasar la formalidad de todo el proceso de licitación presentando proyectos, siendo evaluados y aprobados por el Congreso de FIFA de 2024.
Esta historia continuará, por supuesto. De mantenerse la política de rotación, para el 2038 podrían presentarse únicamente asociaciones de América del Norte, Centroamérica y el Caribe y de Oceanía, aunque podría hacerse una salvedad para Sudamérica por tener sólo 3 partidos del 2030.
Y claro, el tiempo de la política dirigencial de la FIFA puede hacer cualquier cosa todavía.
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